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Las espigas y nuestros animales




Muchas gramíneas y cereales recubren su semilla de una vaina dura y alargada para protegerlas. A este conjunto lo llamamos espiga y están ampliamente diseminadas por cualquier zona de paseo en la que haya vegetación, ya sea urbana, campo o montaña.

Su peculiar forma en pico, afilada y terminada en punta, unido a que su superficie está recubierta por una especie de ganchos casi microscópicos, propician que las espigas queden atrapadas en cualquier parte, en el pelo de los animales y en la vestimenta de las personas. Esta es una estrategia para facilitar su diseminación y proliferación.


A esto debemos añadir un dato muy importante y es que esa forma de arpón o paraguas hace que según se va clavando en alguna superficie, no hay posibilidad de retroceder sin rasgar el material en el que se clava, lo que favorece que se inserten cada vez más pero hace muy complicada su extracción. Es por esto que se deben tomar una serie de precauciones a la hora de intentar extraer una espiga clavada.


En primavera, cuando la planta está en pleno crecimiento y verde, son tiernas, están todavía unidas a la planta y no suelen presentar mayor problema. Sin embargo, en el momento en el que el calor las seca, las vainas se vuelven amarillas, se sueltan con el viento o con el roce y tienen gran facilidad de adherirse a cualquier superficie. Este es el momento en el que se pueden volver peligrosas y causar algún trastorno a nuestro animal. Además, hay que tener en cuenta que las espigas duran todo el verano, por lo que deberemos tener precauciones durante varios meses.


La mayoría de las espigas se adhieren al pelaje de nuestros animales y se quedan enredadas. El problema lo causan aquellas espigas que llegan a la piel, mucosas u orificios, pudiendo provocar heridas, abscesos e infecciones que pueden llegar a ser graves. Incluso pueden clavarse y migrar hacia órganos internos (como pulmones) pudiendo causar problemas mayores.


Las zonas más habituales donde suelen aparecer en nuestros peludos son:


· Zonas interdigitales: Al pisar una zona con presencia de espigas, se les quedan adheridas entre los dedos, especialmente a los perros con pelo largo o semi-largo. Si se llegan a clavar entre las almohadillas de las patas, ésta pueda introducirse profundamente y provocar un absceso (zona de infección con pus) o, incluso, como ya hemos visto, recorrer varios centímetros bajo la piel. Como síntomas veremos que nuestro perro se lame mucho las patas o incluso empieza a cojear.


· Oídos: Se debe tener especial precaución en animales de orejas caídas (tipo Cocker) y con aquellos animales que disfruten de un buen revolcón en el suelo, ya que son los más propicios. Esta ubicación les suele ser muy molesta y habitualmente lo identificamos fácilmente porque el animal ladea la cabeza, la sacude o se intenta rascar la oreja afectada. Es importante acudir al veterinario al menor síntoma, ya que el oído es profundo y externamente es posible que no veamos nada. Se necesita un otoscopio para revisar bien el oído y debemos saber que cuando se introducen en el oído, pueden generar inflamaciones e incluso llegar a provocar la perforación del tímpano.


· Nariz: Esta ubicación es más frecuente entre aquellos perros con más instinto cazador y rastreador, que vas olisqueado todo lo que se encuentran. En estos casos veremos que nuestro animal se rasca la nariz, estornuda con mucha frecuencia y fuerza, moquea o incluso le sale sangre por la nariz. Es importante llevar al animal al veterinario y sacar la espiga cuanto antes para evitar que siga generando daños en la zona. Los animales se encuentran muy molestos y no se suelen dejar manipular fácilmente para extraerla. Además, en función de lo profundo que haya llegado, puede ser incluso necesario material especializado. En los casos más graves pueden llegar a aspirarlas y que lleguen a pulmón, aunque esto no suele ser habitual.


· Ojos: Cuando se introducen en los ojos, se quedan alojadas entre el globo ocular y el párpado del perro, o en su “tercer párpado”. Al ser una zona tan sensible, enseguida se genera inflamación, lagrimeo excesivo, no pueden mantener el ojo totalmente abierto y se intentan rascar. También nos ayuda al diagnóstico el hecho de que solo ocurre en un ojo, sería muy raro que ocurriera en los dos. Esta ubicación tiene mucho peligro, pudiendo llegar a provocar úlceras, perforarlo e incluso ceguera si no se soluciona a tiempo.


· Dientes: Cuando jugamos con nuestros perros a la pelota, o cogen palos o piedras, puede ocurrir que las espigas se introduzcan en la boca. Pueden llegar a clavarse entre los dientes generando inflamación y posible infección. Esta situación puede verse agravada si tienen problemas de retracción de las encías. No suele ser habitual, pero en algunos casos pueden seguir migrando hacia zonas más profundas, pudiendo afecta a nariz, incluso ojos. Debemos estar atentos si nuestro animal presenta molestias en la boca, pierde el apetito o incluso presenta asimetrías en la cara. También pueden llegar a ingerirlas y que, al atravesar el tracto digestivo, generen daños en la mucosa.


· Vulva y pene: Por su forma de orinar y anatomía, es más común en las perras, pero también puede ocurrir en machos. Las espigas se introducen en la vulva o en el prepucio, zonas muy sensibles, donde pueden generar mucho daño, sobre todo en hembras que puede migrar muy hacia el interior. Podemos encontrar dificultades para orinar, que se laman mucho la zona y en el peor de los casos para cuando nos queramos dar cuenta puede haber una infección interna.


· En animales de pelo largo pueden quedar adheridas a cualquier parte del cuerpo entre el pelo, lo que complica mucho su detección, en especial si son del mismo color que nuestro animal. En este caso el mayor problema es que lleguen a clavarse en la piel, pudiendo generar abscesos en el lugar de inserción e incluso, con ese mecanismo de arpón del que ya se ha hablado, lleguen a migrar a musculatura e incluso hacia órganos internos, pudiendo generar daños más graves.





La mejor forma de evitar las espigas es evitar zonas donde crezcan, pero sabemos que esto en muchos casos no es viable. Como medidas de precaución debemos al menos:


1. Buscar zonas verdes relativamente despejadas e intentar evitar campos donde la vegetación esté muy alta y frondosa.

2. Tras el paseo es aconsejable revisar a fondo el cuerpo del animal, especialmente en animales de pelo largo y con más detenimiento entre los dedos y orificios. Como ya hemos visto, si se clavan totalmente pueden llegar a generar abscesos, por lo que aunque no veas la espiga, si notas un bulto inflamado, que le molesta entre las patas o en cualquier lugar del cuerpo, acude al veterinario. Y si observamos cualquiera de los síntomas arriba descritos, debemos acudir al veterinario.

3. Cepillar habitualmente a nuestro amigo nos ayudará a mantener a raya a las espigas, además de mantener una buena higiene. Muchas espigas no llegan a clavarse, pero se enredan entre el pelo generando unas marañas o rastas que pueden llegar a ser molestas para el animal.


Si detectáis una espiga clavada, si solo es superficialmente podéis extraerla y limpiar la zona, aplicando en la herida aceite ozonizado o aloe vera para regenerar.


Si esta se rompe al extraerla, está clavada muy profunda o se encuentra dentro del algún orificio, deberás acudir rápidamente al veterinario para realizar una extracción adecuada, que en algunos casos puede implicar una ligera sedación para evitar que el animal se mueva y se clave más o le pueda generar más daño durante la extracción.

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